Rojo y verde. Claro, cuando mencionamos tan sólo el nombre de estos dos colores, no podemos sino pensar en la Navidad. Pero no se trata de ser elegidos porque sí, tienen una significación, un origen en su uso y asociación, al igual que los demás tonos utilizados en la navidad.
Ya que has decorado tu casa para la fecha, o que aún no lo hayas hecho y no te decidas cómo comenzar, te contamos un poco más acerca de los colores más representativos de la Navidad. Quién sabe, quizás también los elijas para decorar tu hogar durante todo el año.
El color verde es el color de la relación con la Naturaleza. Lo vemos en el pino y en los adornos, entre tantos otros elementos navideños. Nos recuerda a la longevidad del roble, a la abundancia del muérdago, a la constante renovación de la vida vegetal y, con ello, a la de todas las formas de vida. El color verde es un color de calma y de introspección. Es la serenidad del bosque, sensación que asociamos a la profundidad de esta fecha especial.
Originalmente, hasta antes de la explosión comunicativa y comercial de la Navidad, el viejo regalón Papá Noel (Santa Claus) vestía ropas de color verde y blanco. En algunos países nórdicos europeos se mantiene esta costumbre de representar al principal personaje de la Navidad en este color, mientras que en occidente el color verde se relaciona al pino en la decoración, y al Grinch o al Monstruo de la Navidad en cuanto a la literatura.
El verde es también el color de la economía, de la calma y de la pausa, evocando a la cautela en el consumo (razón por la cual el rojo es más utilizado por los comercios).
El color rojo es más representativo de la Navidad. Hacia 1930, un conocido dibujante plasmó este tono en las ropas de Santa (para una conocida marca de refrescos), popularizándose a todo el mundo en un impulso comercial tendiente a la algarabía, a las compras y a la hiperactividad.
Pero el rojo es mucho más que eso: es el representante de la humanidad en esta fiesta de orígenes religiosos. Es sangre, es pasión, es amor y también es carne. El rojo, en algunas ramas religiosas, también es el color utilizado para rendir culto a lo divino.
Los tonos blanco y plateado recuerdan al invierno de la Navidad, al taller de Santa en el Polo Norte. También la pureza de la fecha, y la esperanza hacia el futuro. El blanco y el plateado simbolizan la inocencia, la magia, la creencia casi infantil de estas fechas, y nos recuerdan la importancia de la transparencia en nuestros pensamientos y en la relación con los demás.
Los brillantes, en general, reflejan las luces del mundo, la sabiduría ganada, un futuro “iluminado” y prometedor. El plateado brillante, y todos los tonos metalizados y con brillos, son el color de la luna, de los ciclos y de los cambios, por lo que armoniza y ayuda a eliminar bagajes del pasado (por eso es el más elegido en la celebración de Año Nuevo).
El dorado, finalmente, es más exuberante y delicado. Es cálido, nos recuerda a la abundancia y a la prosperidad, deseos asociados a las fiestas. Es muy prometedor en cuanto a las esperanzas del futuro y, lejos de la opulencia, en esta decoración transmite buenas vibraciones y energías de amistad.