El blanco es un color frío, y cuando hablamos de blanco en decoración en ocasiones nos referimos a otros colores casi blancos, como el color crudo, el marfil o el champagne. Incluso, la denominación “blanco” se refiere a coloraciones similares, blanquecinas o blancuzcas. Entonces ¿cuántos blancos existen?
El blanco puro es un color que tiene varios tonos como los colores, pero el blanco en sí no puede obtenerse por mezcla.
El sulfato de bario es un patrón de ese blanco puro o absoluto, pero además de este color, en decoración se designan a otros tonos, como el champagne (blanco rosado), el natural o crudo, el marfil (blanco oro) y otros tonos pastel casi blancos.
El puro es un color saturado, por lo general viene en pinturas brillantes y luminosas. En decoración se recurre al truco de bajar el valor del blanco, hacerlo menos iridiscente, mezclándolo con pequeñísimas cantidades de los tonos básicos o de negro, para formar neutros.
El color blanco es frío, pero el pequeño tono que se le da hace más cálido el ambiente, en especial si se decora en la gama de los crudos, madera, y con un marfil, ocres, etc.
Hacer un blanco tan sutil no es sencillo, pues la diferencia de uno puro y un crema es casi imperceptible. La idea de pintar con estos tonos es que la coloración se note apenas, e incluso sea visible con cierta luz o durante las horas del día.
Al pintar o decorar con blanco se suele cometer el error de intentar hacer un color crema agregando blanco al básico. De esta forma no se logra llegar a un color pastel, y menos aún a un blanco champagne o a un marfil. Para ello, se comienza con el puro y se va subiendo el tono, agregándole el color en gotas, para hacer neutros, champagne, marfil o tonalidades pastel.
El blanco siempre está de moda en decoración, crea ambientes claros limpios y relajantes, simboliza la pureza y la paz,