El primer paso para elegir la iluminación correcta es definir el uso que se dará a la habitación. Si se trata de salas de trabajo, estudios, labores y demás, la luz debe ser adecuada, de buena cobertura, clara y brillante. Para cuartos de lectura, relajación y ocio, puede ser en varios puntos, más tirando hacia lo cálido. Para ambientes familiares, debe ser suficiente, general y asistida por puntos especiales, mientras que en las habitaciones la luz ha de ser cálida, relajante y hasta algo tenue.
A la hora de planificar la iluminación de un ambiente, imagina dónde irías colocando los distintos artefactos: luces de techo, de pared, de mesa, complementarias, de pie, direccionales y demás. De este modo, podrás determinar en dónde, a qué altura y con qué características deberás colocar los enchufes o tomas eléctricas, y también las bocas y las llaves de luz.
Puedes dibujar la habitación con sus cuatro paredes, las luces, el tipo y su dirección, para saber exactamente en dónde necesitas colocarlas, contrastando luego el dibujo a la realidad. Marca los sitios en las paredes, con lápices de grafito suave, para evitar cualquier olvido o mal cálculo.
La iluminación general (luz total) se ubica en el techo, hacia el centro. El bombillo, de bajo consumo, ha de ser de 19W en adelante. Te recomendamos la luz cálida para las zonas habitables del hogar –la sala, las habitaciones, etc.-, ya que la fría es un tanto lúgubre y es más adecuada para el cuarto de baño, el recibidor, y hasta el cuarto de lavado o la cocina.
La luz puntual es la que ilumina una zona concreta. Puede ser mediante lámparas de pie, de escritorio, o bien con luces montadas al techo o a la pared, pero dirigidas hacia un punto especial. Es adecuada para el rincón de lectura, sobre la mesa o el escritorio de trabajo, interior de clósets o armarios y demás. Se suelen ataviar con pantallas que dirijan la luz hacia abajo y afuera.
La luz de exposición o acentual es más decorativa. Resalta cuadros, adornos, ilumina nichos y recovecos en el muro. Puedes ser apliques de pared, de techo, móviles o lamparillas. Se utilizan con cobertores y con pantallas especiales, según sea para dirigir la luz hacia abajo, hacia arriba, o en diversas direcciones a la vez.
En torno a la televisión y a las pantallas, se recomienda colocar iluminación que no provoque reflejos, no canse la vista ni incomode al usuario. Siempre debe haber luz en donde se observa la televisión o se trabaja con un ordenador, de preferencia por arriba (desde el techo o alta) y por detrás de las cabezas de los espectadores, aunque no en dirección recta a la pantalla para no provocar reflejos. También debe ser de tenue a insuficiente, pero nunca demasiado brillante.
Finalmente, la luz trasera a los elementos de visualización, como televisores y monitores, resulta en verdad decorativa. En este caso puede ser una luz de color, más bien oscuro (azul, verde, amarilla) y no brillante, y nunca ha de ser fuerte o “demasiado” blanca, ya que esto cansaría nuestros ojos y nos haría lagrimear, forzando nuestra vista.
