El piso de la cocina tiene sus trucos y secretos de mantenimiento, ya que se trata de una zona de alto tránsito y gran exigencia. Constantemente recibe humedades, potenciales manchas, raspones y, con todo ello, debemos prestar atención a la elección del piso de la cocina, y a sus metodologías de mantenimiento.
Lo ideal es elegir un piso que tenga alta resistencia a la humedad, a los golpes, que soporte buen tránsito, y que tenga un mantenimiento sencillo. A menudo se utilizan baldosas, cerámicos, porcelanas y porcelanatos, debido a su fácil limpieza y mantenimiento. Las maderas suelen ser obviadas de esta elección, pero este es un error común: hay maderas tratadas especialmente para formar parte del entablonado del piso de la cocina, y presentan grandes ventajas, incluyendo su fácil mantenimiento y su muy sencilla reparación ante incidentes o roturas y daños.
Las maderas más adecuadas para el piso de la cocina son las de haya y de roble. Son maderas sumamente resistentes, con una alta resistencia a la humedad, lo que resulta no sólo conveniente, sino necesario para la cocina. La madera ha de estar tratada para su preservación y, posterior a su colocación, requiere de la aplicación de barnices, lacas o aceites que la nutran, la impermeabilicen, y creen una capa que facilite la limpieza en seco y en húmedo.
La madera de pino, más económica, también es una de las elegidas para el piso de la cocina. Sin embargo, debe tratarse de tablones impregnados, con tratamientos contra la humedad y con capas de laca o barniz que lo protejan contra manchas, humedades, y que faciliten su limpieza. Sin embargo, la madera de pino no presenta gran resistencia a los cambios de temperatura, por lo que no se los recomienda en una zona donde tengamos el horno en contacto con el piso.
Los pisos de madera pueden ser tratados dos veces por año con aceite de linaza, aplicando también al menos una vez por año una capa de barniz poliubretánico sobre la superficie limpia y levemente lijada. Esto hará que el piso de madera, en la cocina, perdure por muchos años. También ayudará a evitar la formación de manchas en las vetas de la madera, totalmente aisladas.
Pero, como dijimos, los grandes elegidos son los cerámicos. Estos presentan una gran variedad de formatos, estilos y colores, tienen una alta resistencia al tránsito, y tienen quizás la limpieza y mantenimiento más sencillo. Tan sólo se los barre, se los trapea con mopa húmeda, y ya están impecables nuevamente. También, claro, no se manchan con la humedad, haciéndolos totalmente adecuados para esta habitación.
Los cerámicos esmaltados tienen un contratiempo: su esmalte puede picarse o saltarse ante eventuales golpes, en especial en la cocina donde, a menudo, pueden caerse algunos utensilios. Para evitar este contratiempo, se aplica una capa protectora para pisos de esmalte, que los fortalece, con productos mayormente en base a ácido muriático y agua.